Hoy es nuestro último día en Malasia. A las 17:15 horas sale el avión rumbo a Phuket (Tailandia) pero antes nos vamos a despedirnos de las Torres Petronas. Son totalmente espectaculares pero de noche además son mágicas. Con la luz del día son grandes, gigantescas y frías. Dos enormes estructuras de reluciente vidrio y acero. Intentamos subir a la planta 40 donde se encuentra el famoso puente que une las 2 torres pero ya no hay plaza. Resulta que hay un aforo limitado que se reparte en diferentes horas. Nos habían comentado que hay que madrugar un montón pero después de ver como funciona tampoco es necesario el madrugón, lo más importante es la disponibilidad pues a las 11 am todavía quedan plazas para las 13, 14, 15, 16 hora, etc. Uno coge el pase, elige el horario entre los disponibles y ya está. No es tan difícil conseguir cupo aunque tampoco creemos que es tan espectacular, al fin y al cabo solo son 40 pisos de los muchos que tienen las torres.
Las Torres Petronas de día Un Fórmula 1 en su interior
Después de la fugaz visita volvemos al hotel, nos volvemos a duchar, pues el calor es aplastante y salimos con todos los bultos para el aeropuerto. Buscamos la forma más económica por la que nos toca hacer varios trasbordos y subir y bajar alguna que otra escalera pero al final merece la pena pues en KLCentral salen autobuses por 10RM/2,2€ por persona, otros transportes más rápidos cuestan 40RM/8,9€ como mínimo. El aeropuerto está a 75 km así que un taxi puede ser un robo.
En menos de 1 hora ya estamos en el enorme y moderno Aeropuerto Internacional de Kuala Lumpur, vamos a facturar las mochilas y resulta que para entrar en Tailandia se necesita un billete de salida. Qué extraño!! Comentamos que saldremos por tierra pero nos ha tocado el típico azafato amargado que no sabe leer más allá de sus narices así que buscamos una rápida solución. Vamos a una compañía aérea y reservamos un falso vuelo de regreso a Malasia (evidentemente sin pagar nada), volvemos con nuestra reserva al mostrador de facturación y problema solucionado; Pasamos el control de seguridad y ya en el área internacional del gigantesco aeropuerto buscamos un restaurante para gastar nuestro último dinero malayo. El aeropuerto es tan grande y tan moderno que hay unos trenes que te llevan de una terminal a otra. Es genial!! Internet gratuito, salas de espera enormes y muchísimas tiendas de chocolates y bombones.
A las 16:45 subimos en un avión de la compañía Air Malasia que nos lleva a Phuket por 468RM/104€ los dos. En 1:30 minutos ya estamos en Tailandia.
Después de casi 6 años vuelvo a pisar las fantásticas tierras Tailandesas. Esta vez comenzamos en Phuket la más europea de todas las islas del sudeste asiático.
A la isla de Phuket la llaman “Perla del Sur”, porque cuelga literalmente del grácil cuello que forma la península meridional de Tailandia. Y sobre todo porque, en pleno mar de Andaman, es una joya exótica cuyo nombre basta para evocar playas de arena resplandeciente bajo las palmeras y el silbido de la resaca. Dicen que ha perdido su aire salvaje que la hizo famosa hace veinte años. Sin embargo, Phuket sigue siendo un universo único, un islote tropical de 810 km2, donde los vergeles y los puertos pesqueros se distribuyen entre verdes colinas.
El primer dilema es escoger entre la decena de playas que en forma de bahías o calas bordean la costa oeste. Si te gustan los ambientes urbanos y las noches ruidosas, decídete por Patong y Karon. Algo más retirada está Kata, Bang Tao y la salvaje Nai Thon.
El aeropuerto es bastante pequeño y anticuado, pasamos la aduana, nos ponen el pertinente sello y a partir de hoy tenemos 1 mes para disfrutar de este país. Por cierto nadie nos ha pedido la reserva de vuelo de salida del país. El azafato debía estar aburrido hoy!!
Recogemos las mochilas y ya en el exterior comienzan a ofrecernos taxis y alojamiento por todas partes a unos precios carísimos. Decidimos ignorar las ofertas y buscamos un transporte colectivo que por 150THB/3,4€ cada uno (una pasta) nos deja en el meollo de la Isla, Patong. La zona de playas más cara, concurrida y fiestera de todo Phuket. Pero ya nos apetece algo de ambientillo pues llevamos demasiados meses de enclaustramiento, viendo caras más bien sosas y tenemos muchas ganas de animación, alcohol barato y música hasta el amanecer.
Nos dejan en el centro de Patong a las 19 horas (en Tailandia hay que retrasar el reloj 1 hora con respecto a Malasia, ya estamos a solo 6 horas de España) y ya es totalmente de noche. Mientras Xevi se queda con las mochilas yo salgo a indagar precios y los más baratos que encuentro son 1300THB/30€ pues ponen la excusa del año nuevo chino. Vuelvo junto Xevi y sale él a probar un poco más lejos. En 15 minutos vuelve con buenas noticias. Tenemos una habitación por 850THB/19€ con Internet y desayuno incluido en el callejón de ambiente gay. Genial pues se respira el típico refinamente y el cuidado por el detalle en cada apartado. Debo ser la única chica del lugar y me miran un poco extrañados al principio pero después me sonríen con complicidad.
Nuestro hotel en el barrio gay
Las paredes del hotel están repletas de fotos de chicos guapos semidesnudos y la cabecera de la cama está presidida por un oleo de unos musculosos y guapísimos gays.
La habitación. Que monada!!
Nos relajamos un rato, una buena y refrescante ducha y salimos a hacer un primer sondeo de Patong. Las calles están atestadas de gente, en nuestro callejón los bares se agolpan uno al lado del otro y cientos de chicos guapos y travestis se pasean de un lado a otro en busca del “despistado” gay europeo o del no tan gay que quiere probar nuevas experiencias.
En la calle principal Th Rat Uthit, más restaurantes, puestos de venta callejeros, neones, discotecas, parejas de jubilados y gordos rusos, guaperas italianos en busca de ligue por una noche, feos y babosos proxenetas cogidos de la mano de preciosas tailandesas que parecen niñas y motos y tuk-tuks que no paran de ir y venir. En Patong hay de todo para todos. Un Lloret de Mar a lo asiático que siendo la parte más cara de Tailandia sigue siendo mucho más barato que cualquier destino vacacional en Europa.
La noche en Patong
Nos empapamos un poco del ambiente que no tiene desperdicio y volvemos al hotel entre masajistas ofreciendo masajes de todo tipo, incluso de hombres para hombres a partir de la bandera arcoíris.
Hoy hemos dejado atrás el segundo país del sudeste asiático, la moderada Malasia, con una cultura mayoritariamente musulmana que hace del país un entorno más recatado y menos fiestero que la vecina Tailandia donde la cerveza es baratísima y la diversión está servida en cualquier lugar.
En Malasia una cerveza es tan cara como en España y en algunos lugares es imposible encontrarla. A parte del poco vicio, el país es precioso y por supuesto se merece algo más que un par de días para visitar las gigantescas Torres Petronas.
Las gigantescas Torres Petronas
Malasia es otro paso más al sudeste asiático. La fusión cultural, la convivencia entre hindúes, chinos, musulmanes y turistas es patente en todas partes.
Malasia es más que la ciudad de los rascacielos de Kuala Lumpur, a unos kilómetros se encuentran selvas milenarias como Cameron Highlands donde se esconde la flor más grande del mundo, un mágico bosque de musgo o las preciosas colinas plantadas con el aromático té de Cameron.
La Raffesia, la flor más grande del mundo Las extraordinarias plantaciones de té
El tranquilo Parque Nacional de Taman Negara es otra muestra de la exuberante naturaleza del país, con su vida al borde del río, árboles milenarios y una paz y sosiego indescriptible.
La vida al borde del río Sobrevolamos la selva en Taman Negara
En Malasia también se encuentran lugares históricos como Melaka (o Malaca), antiguo puerto comercial disputado por indios, chinos, portugueses, holandeses e ingleses. Pintoresco lugar que todavía conserva rasgos de las culturas invasoras.
Malasia es un pequeño y tranquilo país donde sus gentes te reciben con los brazos abiertos, sin estrés haciendo de tu estancia un tiempo inolvidable. Un lugar de paso, de entrada o de salida, pero en el que hay que quedarse más días para sentir algo de su esencia. Punto de reflexión e inflexión antes de entrar a Tailandia.
Malasia nos ha preparado para entrar directos al corazón del sudeste asiático.