Jodhpur

Esta ha sido otra noche de perros!! Hemos tragado más polvo y arena que la noche pasada en las dunas. Abandonar el desierto de Rajastán en la litera de un tren nocturno no es un buen asunto. Durante las 10 horas de recorrido con todas las ventanas y puertas abiertas debido al sofocante calor han conseguido que lleguemos a Jodhpur con kilos de arena escondidos en cada pliegue de la ropa, mochilas, pelo, ojos,… La conclusión es que estamos muertos. Hemos tenido sobredosis de desierto!!

Jodhpur con 600.000 habitantes es el mayor núcleo urbano del Rajasthan después de Jaipur, se halla en el límite del desierto de Thar. La ciudad se extiende alrededor de un impresionante fuerte en la cima de un escarpado risco que se yergue justo en el centro de la localidad.

Jodhpur fue fundada en 1459 por Rao Jodha, un jefe del clan Rajput conocido con el nombre de los Rathores. Sus descendientes no sólo gobernaron Jodhpur, sino también otros principados Rajput. Antiguamente el reino de Rathore se llamaba Marwar, la «Tierra de la Muerte». El casco antiguo de Jodhpur está delimitado por una muralla de 10 km de perímetro, construida un siglo después de la fundación de la ciudad. Desde el fuerte, se puede ver con claridad dónde termina la ciudad vieja y dónde empieza la nueva. Resulta fascinante vagar por el laberinto de callejuelas sinuosas del centro histórico. Ocho puertas conducen al exterior del sector amurallado. Se trata de una de las ciudades más interesantes de la India y es de aquí de donde esos pantalones holgados de montar, los jodhpurs, adoptaron su nombre.

En cuanto la ciudad comienza a despertarse salimos de la estación en busca de un autorickshaw que por 20 INR/0,35€ nos deja en la Torre del Reloj, punto neurálgico de Jodhpur. Desde ahí vamos a varias guesthouse hasta que encontramos una haveli que está bastante bien por 350 INR/6,3€. Una buena ducha de agua caliente y a dormir unas horitas.

La Torre del Reloj

Al medio día nos despertamos ya más recuperados y salimos a pasear por las animadas y auténticas calles de Jodhpur. Una vez más nos topamos con esa India un tanto guarrilla y caótica que sin saber muy bien por qué nos tiene atrapados. El día está bastante revuelto y unas fuertes rachas de viento indican la pronta llegada de un buen chaparrón. Al monzón se le ha dado por seguirnos, así que los indios están locos de alegría con nosotros pues dicen que le traemos la lluvia que tanto necesitan.

Las calles de Jodhpur

Antes del gran aguacero nos perdemos por los bazares de especias donde no podemos resistir la tentación de entrar en una de las muchas tiendecillas para disfrutar de los fragantes aromas de la canela, la vainilla en rama, el jengibre, cardamomo, anís estrellado y cientos de semillas, raíces y especias, la verdadera esencia de India. Lo más sorprendente nos resulta el proceso de secado de la vainilla y la recolección de la flor de azafrán, miles de flores para obtener un solo gramo de este preciado colorante. Muy a nuestro pesar decidimos no comprar nada aunque nos llevaríamos toda la tienda.

Los bazares cerca de la Torre de Reloj con todo tipo de objetos y comidas Aprovechamos para comprar una vez más las ricas galletas artesanas

Cuando comienza a anochecer caen las primeras gotas de lluvia por lo que nos retiramos al hotel y cenamos en una parte cubierta de su azotea. Aquí también son comunes los restaurantes en los tejados lo cual se agradece un montón, tanto por las vistas como para evitar el mal olor que suele haber a pie de calle con las cloacas abiertas, las vacas, cabras , burros y todos sus excrementos.

Después de la cena coincidimos con dos catalanes que justo están en la habitación al lado nuestro así que nos pasamos unas cuantas horas charlando mientras la lluvia no cesa.

Como se nota que ya han comenzado las vacaciones  en Europa pues India está llena de Españoles, nunca nos hubiésemos imaginado que es un destino tan solicitado.